NO a la economía de la exclusión

En la exhortación apostólica del Papa Francisco «Evangelii Gaudium» – La alegría del Evangelio, el Santo Padre habla sobre la economía de la exclusión. Entendemos a esta economía como un rechazo al valor de la persona humana, poniendo a la producción y a la competitividad por encima de la dignidad del hombre y la mujer. El Papa comenta que no es posible que al ser humano se le vea como un simple instrumento para lograr objetivos de producción en el mundo. Se presenta a continuación algunos de sus comentarios:

No puede ser que no sea noticiaque muere de frío un anciano en situación de calle
y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa.Eso es exclusión. No se puede tolerar más que setire comida cuando hay gente que pasa hambre.Eso es inequidad.
Comenta también que gracias a esta economía, se ha fomentado entre las personas una «Globalización de la indiferencia». Esto es, estilos de vida despreocupados por las necesidades de los demás, interesados sólo en los logros y objetivos personales. Hombres y mujeres que no ven más allá del límite de su familia, incapaces de salir de sí mismos para ayudar a los demás de una manera más humana.
Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, yano lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe.
La vida no puede volverse una carrera para conseguir el siguiente producto de moda o un modelo más reciente de un automóvil. Esto advierte el Papa en el apartado de la cultura del descarte. Advierte sobre esa cultura, en la que la motivación para trabajar es únicamente el adquirir el siguiente objetivo material que nos hemos fijado. Quitando lo sublime de la actividad humana -el servicio- la economía se convierte en una carrera en la que sólo sobrevive «el más fuerte» y en la que los imposibilitados a realizar ciertas actividades se ven excluídos.
La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.

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