La caridad y la verdad son inseparables

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El Papa Benedicto XVI en la encíclica «Caridad en la Verdad» define a la caridad en relación con la verdad, la justicia, y la paz. Sostiene que la caridad auténtica y cristiana es aquella que va junto con la verdad y que mueve a las personas a buscar el bien común.

El amor -caritas- es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz.

Tal como San Pablo lo menciona en sus cartas, el Papa Benedicto XVI también resalta que todo hombre, en cualquier lugar del mundo lleva en sí el amor y la verdad, y viven dentro de él. Como decía San Agustín, el corazón del hombre lleva impreso un sello de verdad, «nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti». El hombre, cualquier persona en donde quiera que se encuentre y por más «alejada» de Dios que parezca, siempre llevará ese sello de verdad y caridad, imborrable y que siempre lo estará llamando hacia el bien.

Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano.

Hoy hay muchas personas que sufren de depresión, ansiedad o que simplemente han perdido el deseo de vivir. Debemos siempre recordar, estar cerca, y mantenerlos mediante nuestra oración. Es reconfortante saber que la verdad y la caridad nunca nos abandonarán, y que cada vez que nos acerquemos a Dios, que levantemos nuestra cara y corazón hacia él, sentiremos ese amor que Él mismo ha impregnado en nuestro interior.

Para no limitar a la caridad en el plano del sentimentalismo, El Papa menciona que la caridad auténtica está por encima de la emotividad y que tiene un horizonte humano y universal. La caridad y la verdad siempre van de la mano, no puede ir una sin la otra, pero además hay dos principios fundamentales que están ligados a ella, dos principios de los que se habla cada día y que van a hacer explicados a contnuación: la justicia y el bien común.

La Justicia, desde un punto de vista filosófico y como lo entendían los Romanos, se puede definir como «dar a cada uno, lo que le pertenece (su derecho)», sin embargo, en la Encíclica, el Papa comenta que la caridad está más allá de la Justicia:

La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos. No basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es «inseparable de la caridad», intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima», parte integrante de ese amor «con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18), al que nos exhorta el apóstol Juan.

La justicia es dar al otro lo que es suyo, la caridad es además de corresponderle con lo que le pertenece, también darme a mí mismo, dar de lo mío al otro.

Al decir que la justicia es «la medida mínima» de la caridad, entiendo que no puede haber caridad sin justicia, que el primer escalón para llegar a la caridad es ser justo con los demás. Y nos queda muy claro que la justicia es dar al otro lo que le corresponde. No puedo llegar a un grado de caridad si no le doy a los demás su lugar, y respeto su dignidad.

El Papa Francisco en su nueva exhortación nos invita a hacer esto mismo «en todo lugar». Un llamado a la santidad desde donde estemos haciendo nuestras actividades diarias, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia, en la casa, etc. Solamente «por justicia» al otro le corresponde mi respeto, y por «bien común» estoy comprometido a esforzarme por los demás, todo esto para llegar a un grado de caridad cristiano.

Sabemos que la dignidad de la persona la da Dios, y nosotros estamos llamados a respetarla, incluso a defender a aquellos que no pueden por sí mismos, como las personas de la tercera edad, los bebes en los vientres maternos, inmigrantes, etc. La caridad es necesaria en todas nuestras relaciones para lograr una comunión en el mundo. Sin caridad podemos contar con relaciones de respeto, tolerancia, y solidaridad, pero siempre nos quedaríamos un escalón abajo de lo que realmente podemos dar.

Las leyes civiles, que regulan nuestra vida y nos ayudan a llevar una vida más pacífica no son suficientes para alcanzar una comunión entre los hombres. Esa comunión perfecta en la sociedad, esa llamada «ciudad del hombre» no se puede lograr únicamente con valores primarios. Es muy necesario no solo respetar los derechos y cumplir las obligaciones, sino hace falta integrar otros elementos:

La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión.

En otros artículos estaremos analizando y meditando las palabras de Benedicto XVI, contenidas en esta encíclica.

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